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Sembradores de esperanza

Incontables son la veces que nos preguntamos ¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre o sed, que no tienen hogar, que huyen, que buscan refugio? ¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras? ¿Dónde está Dios, cuando enfermedades terribles rompen los lazos de la vida y el afecto? ¿O cuando los niños son explotados, humillados, y también sufren graves patologías?

¿Dónde está Dios, ante la inquietud de los que dudan y de los que tienen el alma afligida? Hay preguntas para las cuales no hay respuestas humanas. Sólo podemos mirar a Jesús y preguntarle a Él. Y la respuesta de Jesús es esta: "Dios está en ellos", sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forma casi como "un solo cuerpo".

Jesús crucificadoestá en toda persona marginada, en quien está excluido, tiene hambre o sed, está desnudo, preso, enfermo, desempleado, perseguido, refugiado, emigrante.

Nuestra credibilidad como cristianos depende del modo en que acogemos a los marginados que están heridos en el cuerpo y al pecador herido en el alma.

Hoy la humanidad necesita hombres y mujeres, y en especial jóvenes dispuestos a entregar sus vidas para servir generosamente a los hermanos más pobres y débiles, a semejanza de Cristo, que se entregó completamente por nuestra salvación.

Jesús quiere que los jóvenes de todo el mundo sean un signo de su amor misericordioso para nuestra época.

Él les señala la vía del compromiso personal y del sacrificio de sí mismo: es la vía de la cruz, la de seguir a Cristo hasta el final, en las circunstancias a menudo dramáticas de la vida cotidiana, no temer el fracaso, el aislamiento o la soledad, porque colma el corazón del hombre de la plenitud de Cristo.

Llevar una vida al estilo de Dios es venciendo al pecado, tener esperanza, un vía que se recorre con generosidad y fe.

Cuando Jesús toca el corazón de un joven, de una joven, este es capaz de actos verdaderamente grandiosos. Es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar. Es un regalo del cielo poder verlos a muchos de ustedes que, con sus cuestionamientos, buscan hacer que las cosas sean diferentes. Es lindo, y me conforta el corazón, verlos tan revoltosos.

La misericordia siempre tiene rostro joven. Porque un corazón misericordioso se anima a salir de su comodidad, sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos, sabe de ternura y compasión.

Decir misericordia junto a ustedes, es decir oportunidad, decir mañana, compromiso, confianza, apertura, hospitalidad,sueños.

Me genera dolor encontrar a jóvenes que parecen haberse "jubilado" antes de tiempo. Me preocupa ver a jóvenes que "tiraron la toalla" antes de empezar el partido. Que están "entregados" sin haber comenzado a jugar. Que caminan con rostros tristes, como si su vida no valiera. Son jóvenes esencialmente aburridos… y aburridores.

Es difícil, y a su vez cuestionador, por otro lado, ver a jóvenes que dejan la vida buscando el "vértigo", o esa sensación de sentirse vivos por caminos oscuros, que al final terminan "pagando"…y pagando caro. Cuestiona ver cómo hay jóvenes que pierden hermosos años de su vida y sus energías corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones (en mi tierra natal diríamos "vendedores de humo"), que les roban lo mejor de ustedes mismos.

Jesucristo es quien sabe darle verdadera pasión a la vida, Jesucristo es quien nos mueve a no conformarnos con poco y a dar lo mejor de nosotros mismos. Es Jesucristo quien nos impulsa a levantar la mirada y a soñar alto.

Y quien acoge a Jesús, aprende a amar como Él, y entonces nos pregunta si queremos una vida plena: ¿Quieres una vida plena? Empieza por dejarte conmover. Porque la felicidad germina y aflora en la misericordia.

Pídamos al Señor que nos lance a la aventura de construir puentes y derribar muros (cercos y alambres), de socorrer al pobre, al que se siente solo y abandonado, al que ya no le encuentra sentido a su vida.
Impúlsanos a la escucha, como María de Betania, de quienes no comprendemos, de los que vienen de otras culturas, otros pueblos, incluso de aquellos a los que tememos porque creemos que pueden hacernos daño. Haznos volver nuestro rostro, como María de Nazareth con Isabel, sobre nuestros ancianos para aprender de su sabiduría.

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